LA LOGIA:

mujeres brujas y bichas

La bruja, el hombre y la chimenea



Adoro cuando está el frío fuera de mi casa y puedo sentirlo desde las rendijas de la ventana. Amo la soledad cuando se que pronto estarás cerca de mi, desde mis fantasías. No sé que tanto pensarás en mi, más no me importa si tal vez un día se te olvide hacerlo.

Te amé, desde el primer momento en que te vi... te amé. Mi sangre calentaba mi piel y desde de mi casa sentía los olores de la leña que en otras casas prendían en las horas de la tarde, tal cual como la primera noche que te vi, cuando tu reflejo en la chimenea inundó la habitación de aquella casa abandonada. Llegué por accidente pues mi automóvil se averió y a unos 10 minutos encontré la posada o casa donde decidiste ir huyendo de tu pesada vida. Y allí estaba yo, muerta de frío pidiéndote ayuda. Pase en silencio y fuiste por más leña, sería una larga noche de frío y me diste un brandy. Pensar en ti era rememorar cada palabra, cada gesto, cada suspiro. Un olor a leña que no podré sacar de mi cabeza ni de mis sentidos.

El vidrio de la ventana era como una pantalla donde ocurrían los recuerdos, mis recuerdos-más no sé si los tuyos- cuando en medio de la sala, el piso con su alfombra vieja sorprendió mi espalda desnuda encendida con tus grandes manos. Era un estado de pleno delirio, no sabía quién eras, se que hablamos un largo rato, pero tu cuerpo y tu rostro me gustaban en demasía. Por eso cedí, porque sospechaba que jamás volvería a verte, pues, un encuentro así no duraría demasiado. Y así fue. Fuiste una droga que me llevó a un estado elevadísimo de sensaciones indescriptibles, me hablabas y cada palabra encendía mis poros que recibía el sudor de tu pecho. Fue un delirio total, veía fantasmas en la casa, sentía objetos rodar por los techos, risas, suspiros y nuestros quejidos al finalizar el acto, juntos, al mismo tiempo, hacía la casa vibrar... tú reías con nerviosismo y sorpresa como si jamás hubieras amado a una mujer como yo, pues yo era una bruja.

Dormimos desnudos en el suelo frente al calor de la chimenea, entrelazadas las piernas y los brazos. Éramos un solo cuerpo, dorado por el reflejo del fuego casi a punto de extinguirse y una sola sombra en las paredes del salón. Dormiste profundamente, mientras yo te contemplaba el rostro y el pecho. Me aprendí cada parte las líneas de tu piel, cada lunar, cada cabello. Era el momento perfecto para hacerte mi hechizo del amor. Me levanté y me fui hacia mi bolso donde hallé unas pequeñas tijeritas de uñas y procedía cortarte un mechón de cabello y meterlo rápidamente en una bolsa de tela negra. Me quedé un instante más viéndote el rostro, cómo se movía tu pecho con tu respiración. Saqué unas esencias, mi perfume, una vela roja y un papel. Pero nunca supe tu nombre. Era ahora o nunca, pero faltaba tu nombre y así era imposible hacerte nada, no quería perderte y me desesperé hasta que solté un llanto que casi te despierta. No tuve más remedio que guardar tus mechones en mi bolso y con las lágrimas aún en mi rostro, posarme de nuevo en tu pecho ya un poco mas frió. Pronto me quedé dormida.

Al fin anocheció en mi ventana, el bosque se convirtió en un hueco oscuro con unas líneas blancas arriba de las copas de los árboles de la primera nieve caída en horas de la mañana. Al terminar el día, la noche me trajo malos recuerdos, el olor de la madera había desaparecido y el frío era más intenso. No tenía sueño de nuevo y era ya la quinta noche que me desvelaba, veía pasar tu sombra en mi cuarto, en mi cocina, intente hablarte, mis manos no me daban, creo que no había comido.

Cuando desperté esa mañana de tu casa, ya no estabas, tenía un desayuno en una mesita cerca del sofá donde me habías colocado sin darme cuenta. Mi ropa estaba seca y planchada y me arropaste con una manta. Comí y luego lo devolví todo en el baño. Me sentí sola, perturbada, decepcionada. Luego regrese a casa dejándote antes mi dirección sobre la lámpara de la sala.

De repente mis manos comenzaron a volverse viejas, secas y escamosas. Parecía una enfermedad o un alucinamiento. No podía ni pronunciar su nombre. Fui en busca del mechón de cabello que había guardado en la bolsita de tela negra. Fui corriendo a buscar mi Libro de las Sombras y estaba en blanco. Luego me fui en busca del caldero y en él vertí varias pociones, pero estaban hechas cenizas, busque unas velas y se me derritieron en la mano. Sólo quedaba el cabello, que no me atreví a sacarlo pues podían deshacerse.... me corte un mechón del mío que estaba ya gris, traté de meterlo en la bolsita hasta que logré hacerlo y pronuncié Las Palabras. Las ventanas se abrieron con el aire como un remolino y me llevó la bolsita fuera de la casa y desapareció. Caí inconsciente.

Te amo aún y por eso he guardado hoy mi caldero. Durante mis 30 años no hice más que hechizos de amor a las personas que buscaban y querían estar con su amor verdadero. Y yo que lo había encontrado no me dio la fuerza para atraerte a mi de nuevo. Más bien actuaron otras energias, para mi desconocidas, que no me permitieron seguir. Parece que la magia se hubiera ido en el mismo instante que corte tu mechón. Tal vez sí estabas destinado a ser mi hombre para para toda mi vida y al usar mi tijera, corte con el hilo del destino y ahora, no sólo no te vi más, sino ya mi vida no existe y mi alma en pena tampoco puede encontrarte.

No siento ese frío, ni se cómo huele ya la leña.

PD: dedicado a este día frío que me hace delirar

3 comentarios:

Me encantó este hermanaaaa!!! Te Quiero Muuuucho... sigue así....

 

jejeje gracias hermanita...
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Chévere Marginette, me gustó...